Cuando somos tentados a estar resentidos debido a un acto de maldad que se nos hizo, puede ser difícil el creer que Dios aún está en control. No obstante, la respuesta de José al acto despiadado de sus hermanos de haberlo vendido como esclavo fue «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.» (Génesis 50:20). No tenemos idea de cómo Dios está trabajando en estos momentos.
¿Has vivido algún momento en la vida que te haga sentir resentido con alguien a tu alrededor, o inclusive con la sociedad?
¿Sabes? el resentimiento es falta de perdón, este sentimiento que lleva nuestras vidas a una cárcel espiritual y puede dejar allí durante mucho tiempo o a veces toda la vida; es destructivo, te hace alejar de personas genuinas y verdaderas, porque no has sido capaz de perdonar.
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Cuando decides vivir día y noche dentro de los confines del resentimiento, te encarcelas en prisiones de amargura y rencor. No podemos elegir si seremos heridos o no, pero podemos determinar cómo responderemos al dolor que llega de la mano de otra.
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El resentimiento y el perdón no pueden habitar simultáneamente en nuestros corazones, eventualmente uno será más fuerte y va superar al otro. El perdón es nuestra opción para hacer frente a la resistencia del resentimiento. En nuestra carne, no será fácil hacerlo, pero el Espíritu Santo nos ayuda a perdonar libremente así como hemos sido perdonados. Perdonar a otros es nuestra respuesta espiritual a la tentación de estar resentido.
Simplemente sacúdete y deja atrás todo aquello que quiera dañar tu corazón, deja en libertad tu corazón; «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonara también a vosotros vuestro Padre Celestial.» Mateo 6:14.
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